La taxidermia es el arte de tratar los animales para conservarlos con apariencia de seres vivos. Como tal supone una larga historia llena de experimentos en busca de la formula perfecta para lograr que un ser sin vida luzca como en su mejor momento, solo por capricho de algún coleccionista.
Un artículo publicado en la sección de curiosidades de una página web especializada en Taxidermia, remite los orígenes de este arte a la Europa de los siglos XVI y XVII, cuando los exploradores recurrían a rudimentarias técnicas para conservar las desconocidas especies que cazaban en sus largos viajes.
Por lo general, estos ejemplares se convertían en parte de exóticas colecciones de excéntricos millonarios, quienes las denominaban “gabinetes de curiosidades”. Su objetivo: deslumbrar a cientos de visitantes que acudían a ver seres atrapados en todas partes del mundo.
Los inicios de la taxidermia estuvieron obstaculizados por pequeños, pero peligrosos enemigos: los insectos que rodeaban a los animales fallecidos. Sus ataques parecían casi un reto insuperable, hasta que Jean-Batista Bécoeur, en 1743, desarrolló un jabón a base de arsénico, combinado con jabón blanco y óxido de calcio.
Bécoeur mantuvo su formula en secreto durante toda su vida, para que otros no igualaran su éxito profesional. Sus muestras tenían una resistencia inusual que otros taxidermistas comenzaron a notar y envidiar. Por eso, tras su muerte, los especialistas comenzaron a analizar sus piezas a través de una especie de ingeniería inversa, en busca de la formula secreta. Y la hallaron en el siglo XIX.
Gracias a esta formula, que denominaron “jabón arsenical”, la taxidermia comenzó a vivir una época de oro que se extendió hasta los albores de la Primera Guerra Mundial. Museos y coleccionista privados expandieron sus muestras que cada vez presentaban mayor realismo y durabilidad, gracias a la técnica del arsénico.
Todos los taxidermistas de la época recurrían a esta forma de conservación, ya que entendían que el arsénico es un insecticida muy eficaz que se descompone cuando está húmedo, por lo que representa una especie de auto-fumigación. Así, el jabón arsénico fue una importante herramienta para hacer frente a los insectos, que históricamente era el mayor obstáculo para la preservación de los especímenes.
Carl Akeley es considerado por muchos el primer naturalista de la era moderna. Nacido en Nueva York, en 1864, este escultor, naturalista, inventor y fotógrafo revolucionó la forma de conservar animales, dándole un aspecto y real.
Para ello utilizó una formula de yeso y arcilla que le permitiera moldear la piel, prestando especial atención a los músculos y estructura del esqueleto. Además, decoraba los espacios con arboles y plantas creadas con cera, alambre, hilo y otros materiales.
Fuente: Taxidermia.cl
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